Consecuencias de la disminución en la fuerza productiva

Desde que tenía 15 años, Hernán Carranza se había empleado como ayudante de empresas dedicadas a la explotación de madera. Proveniente de una de las veredas más apartadas del municipio de Ubalá, Cundinamarca, cuando tenía 25 años su vida cambió por completo.

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​Un sábado, y después de terminar su jornada laboral a medio día en el sector conocido como AlmaViva, ubicado en la vía Bogotá-Tunja cerca al municipio de Chía, Hernán y sus compañeros decidieron salir a tomarse unos tragos no muy lejos de su lugar de trabajo. "Como a las 7 de la noche yo dije que me iba. Le había dicho a mi mamá que iba a ir a visitarla en Ubalá por su cumpleaños y no podía quedarle mal. No sé si a esa hora hubiera alcanzado a tomar el transporte, pero estaba decidido a irme", recuerda Carranza un poco pensativo, tal vez reflexionando si fue la mejor idea. Y, de hecho, es de lo único que se acuerda hasta casi una semana después.

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Su jefe y sus amigos se extrañaron de no verlo el lunes en el trabajo. Intentaron localizarlo por todos lados, pero no había rastro de él. El martes, alguien sugirió la idea de empezar a buscar en hospitales, solo por descartar. ​ "Yo era muy cercana a él para ese momento. Mi hermano, quien era jefe de Hernán, me llamó el miércoles a decirme que a la Clínica de La Sabana habían llevado a un hombre con los documentos de Carranza. Lo habían encontrado tendido en una canal al lado de la carretera después de haber sido arrollado por un camión, y necesitaban que alguien fuera a reconocerlo. Fue impresionante verlo en el estado que lo vi. No era él de ninguna manera", afirma María Jiménez, quien estuvo acompañándolo de cerca los 5 días en coma y los 46 días en cuidados intensivos por los que tuvo que pasar.  

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​El hombre que lo había llevado a la clínica había sido el conductor del camión que supuestamente lo había impactado. 

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